Enviado por Alicia Martínez a la Revista AR

¿Cómo mantenerse joven? ¿Cuál es el secreto para resistirse al paso del tiempo? Más allá de los cuidados físicos y la preocupación por cómo evitar las arrugas y los kilos de más, el elixir de la eterna juventud pasa por un menú rico en optimismo… y en sentimientos.

La dieta de la jovialidad

  • Deja fuera todos los números no esenciales para tu supervivencia. Eso incluye edad, peso y altura. Que le preocupen al médico. Para eso se le paga.
  • Convive, a ser posible, con amigos alegres. Los pesimistas no te convienen.
  • Continúa aprendiendo. Aprende más sobre ordenadores, artesanía, jardinería, cualquier cosa… No dejes tu cerebro desocupado. Una mente sin uso es una oficina del diablo. Y el nombre del diablo es Alzheimer.
  • Tu mejor capital, la salud. Aprovéchala. Si es buena, no la malogres: si no lo es, no la estropees más.
  • Ríe siempre, mucho y alto. Ríe hasta desternillarte ¡incluso de ti! Cuando lleguen las lágrimas, sufre, aguanta y… sigue adelante.
  • Saluda cada día que amanece como una nueva oportunidad para hacer aquello que aún no te atreviste a emprender.
  • Da la espalda a la rutina: prefiere nuevas rutas que volver a caminos mil veces hallados.
  • Contagia de alegría a tu entorno, e inténtalo más allá de las fronteras personales en las que te has ido recluyendo con el tiempo.
  • Pero recuerda: la única persona que te acompaña toda la vida eres tú mismo. ¡Mantente vivo en todo lo que hagas!
  • Rodéate de aquello que te gusta: familia, animales, recuerdos, música, plantas, un hobby, sea lo que sea… Tu hogar es tu refugio, pero no acabes encerrándote en él.
  • No sucumbas a la añoranza. Sal a la calle, ve a una ciudad vecina, a un país extranjero… pero no viajes al pasado que duela.
  • Di a aquellos que amas que realmente los amas, y hazlo en todas las oportunidades que se te presenten.
  • Y recuerda siempre que la vida no se mide por el número de veces que respiraste, sino por los momentos que palpitó fuerte el corazón. De tanto reír, de sorpresa, de éxtasis, de felicidad… y, sobre todo, de querer sin medida.
  • “Hay personas que transforman el sol en una simple mancha amarilla, pero hay también quienes hacen de una simple mancha amarilla el propio sol”, dijo Picasso.