Enviado por Isabel Moreno a la Revista AR

Sólo el coraje, el compromiso con la vida y el cariño (el que recibes y el que das), pueden plantarle cara al miedo que te paraliza cuando escuchas la palabra "cancer". Así lo ha superado Isabel, una lectora. Y lo comparte con nosotras.

Más fuerte que nunca

Cáncer, tengo cáncer. ¡Dios mío! ¿Ahora qué? Mis hijas, mi marido, mi familia y mis amigos. Sucede en un instante, se agolpan el miedo y un dolor intenso en la incertidumbre de ese momento. Pero cuando llegas a casa, cuando descubres que a tú alrededor existe un mundo de gente maravillosa que vuelca su vida en ti, todo empieza a transformarse en tu cabeza. Y ahí es cuando ocurre que me siento más viva y fuerte que nunca, por ellos y, sin duda, por mí. No quiero perderme nada del resto de mi vida, no importa el tiempo, porque en realidad nadie conoce el fin de su historia,  yo siento que éste no es el fin de la mía.
Por fin llega la cirugía y la ‘quimio’. Sabes que es un camino que hay que recorrer, un camino muy duro, eso es cierto, en el que a veces sientes que vas a caer. Pero siempre encuentro cómo levantarme pensando y apoyándome en los que me quieren y no desfallecen intentando hacerme feliz; mi familia y mis amigos, tan importantes para mí.
Pensar en mi equipo médico (mis héroes), que con valentía y compromiso luchan por las vidas de personas a las que no conocen, curando su cuerpo… y también su alma.
Y ellas, mis compañeras de viaje, amigas que conocí haciendo el mismo recorrido que yo con un tesón admirable, empujándome a que luche junto a ellas, compartiendo mis miedos e inseguridades con una voluntad y vitalidad inquebrantables, descubriendo que juntas todo es más fácil.
Tengo 42 años, un marido y dos hijas maravillosos. Hace nueve meses no era capaz de pronunciar la palabra “cáncer”; sin embargo, hoy he descubierto algunas de las mejores cosas de mi vida con él y ahora sólo es una palabra más. Sé que tengo que seguir luchando, y el único pensamiento que ha permanecido desde el principio ha sido tener la seguridad de que lo iba a superar. Nueve meses después sigue siendo así.