Enviado por María José a la Revista AR

Muchas veces no tenemos en cuenta los problemas de los demás porque pensamos que no nos pueden afectar, pero esta fábula demuestra que todos nos necesitamos. ¡Toma nota!

Una cuestión de actitud

Había una vez un ratón que estaba mirando por un agujero abierto en la pared, cuando vio a un granjero abriendo un paquete. De repente, quedó aterrorizado cuando descubrió que era una ratonera, fue corriendo al patio de la granja para advertir a todos los animales:

- ¡Hay una ratonera en la casa!
La gallina que estaba cacareando y escarbando, levantó la cabeza y dijo:
- Disculpe, señor ratón, entiendo que es un gran problema para usted, pero no para mí.
El roedor se acercó al cordero y le dijo:
- ¡Hay una ratonera en la casa, una ratonera!
- Discúlpeme, señor ratón, pero yo sólo puedo rezar por usted.
El ratón se dirigió a la vaca y ésta le contestó.
-¿Pero acaso estoy yo en peligro? Estoy seguro de que no.
El ratón volvió a la casa abatido.

Aquella noche se oyó un gran barullo en la casa. La mujer del granjero corrió para ver qué había ocurrido. En la oscuridad no vio que la ratonera había cogido la cola de una cobra venenosa y ésta le mordió. El granjero la llevó inmediatamente al hospital, pero cuando regresó a casa, ella tenía fiebre. Para alimentar a alguien con fiebre, nada mejor que una sopa. Así que el granjero agarró su hacha y fue en busca del ingrediente principal: la gallina. Como la enfermedad de la mujer continuaba, los amigos fueron a visitarla. Para alimentar a los invitados, el granjero tuvo que matar al cordero. Al final, la mujer acabó muriendo y el granjero tuvo que vender la vaca para cubrir los gastos del funeral.

Así que, la próxima vez que escuches que alguien tiene un problema y creas que, como no es el tuyo, no le debes prestar atención… piénsalo dos veces. ¡El que no vive para servir, no sirve para vivir!