El viejo del bosque

Era una noche oscura, había luna llena y había algunas nubes en el oscuro cielo. Yo había estado toda la tarde en casa de un amigo, haciendo un trabajo sobre la protección de la naturaleza. Mi amigo vivía al otro lado del bosque, y como mi padre no podría ir a recogerme, tuve que volver a casa andando, atravesando el bosque.

Al acercarme a una zona oscura del bosque, vi algo que se movía detrás de unos arbustos, creí que sería un conejo, un ratón, o cualquiera de los animales que viven en el bosque, así que no me preocupe y seguí andando, para volver cuanto antes a mí casa. Al acercarme a los matorrales, apareció una cara, pero al ver que le brillaban los ojos y que tenia los colmillos largos y afilados, me asusté un poco, pero lo que me hizo empezar a correr, fue cuando me puso una mano llena de arrugas y con las uñas largas en el hombro.

Entonces corrí, no me atrevía a mirar para atrás, tenía miedo de que me estuviese persiguiendo, lo único que quería era salir de ese bosque cuanto antes.

Vi una luz y fui hacia ella sin darme cuenta de que me estaba metiendo en una cueva, entonces me dije: no te puedes parar para salir de la cueva, porque puede que te esté persiguiendo la bestia salvaje, y al darte la vuelta te atrapará. Así que seguí corriendo.

Poco a poco, esa extraña luz se iba acercando. De pronto, apareció la hoguera de la que procedía esa extraña luz a la que seguía. Iba corriendo a tanta velocidad, que no me dio tiempo a frenar, así que tuve que saltar por encima de la hoguera, al caer, pisé uno de los troncos encendidos y me tropecé. Al caer al suelo, me di en la cabeza y perdí el conocimiento.

Cuando recobré el conocimiento, estaba solo en una cueva oscura y fría. Estaba tumbado cobre una cama hecha con ramas y hojas.

No me acordaba de nada, no sabía donde estaba o que hacía allí. Tampoco sabía lo que me había pasado. Mire el reloj, eran las nueves y media de la mañana.

Decidí levantarme y explorar la cueva y sus alrededores. Cuando me acercaba a la salida de la cueva, se me apareció un anciano, retrocedí unos pasos asustados, entonces, salieron unas palabras de los labios agrietados del anciano que me decían: No huyas. Ven, siéntate. Te lo explicaré todo.

Me contó lo que ya sabéis, y añadió que él era el supuesto monstruo del que me asuste. Cuando me desmayé, él fue el que me llevó a la cama de ramas y hojas. Eso fue lo que me contó y que no sabía lo que me había pasado hasta entonces.

Le pregunté que por qué vivía en el bosque. El me respondió que cuando era chico, decidió irse a vivir al bosque para cuidar de la naturaleza, ya que nadie se preocupa de ella.

Y desde entonces, vive allí, cuidando de la naturaleza a cambio de nada. Solamente por el puro placer de ver un bosque lleno de vida, que le debe todo a un hombre, al anciano del que me asuste, pero con el que ahora estoy de acuerdo absolutamente en todo.

Colaboración de un alumno en el periódico de S.A.M en Junio de 1998
Jesús García García (1º de ESO)