Mejor sin alcohol

Era fin de semana, estaba con mis amigos y había caras nuevas. Me gustaba verlas, le daban aire renovador al grupo. En esta ocasión se hacia notar algo más de lo normal, sin darnos cuenta fueron imponiendo sus aficiones y su forma de “pasar el tiempo”.

Como siempre, empezamos a dar ideas sobre lo que hacer; una película aburrida, un paseo por el parque o una charla poco amena, así es como lo veían nuestros nuevos “amigos”. Querían que fuera distinto, ellos se divertían de otra forma, eran amantes de la litrona y el alcohol; siempre hacían lo mismo, menudo aburrimiento. Sin embargo bebí y bebí. Nunca lo he pasado tan mal como en aquella ocasión.

Han pasado algunos años desde entonces y los he visto recientemente, comprendí más que nunca que estuve a punto de equivocarme y encontrarme como ellos, en medio de la calle, enfermo, esclavo del alcohol, pidiendo una moneda para tomar la ración diaria, apurando la poca vida que quedaba.

No es necesario “beber” para divertirse. Hay tantas formas de hacerlo como grande es la imaginación humana, sobre todo cuando hay juventud. Solo es cuestión de utilizarla, nadie lo va a impedir.

Colaboración de un padre de alumno en el periódico de S.A.M en Junio de 1996
Francisco García Vilches