Las sevillanas, este baile único, son como un vuelo. Se adelanta la pareja y se abre de alas y ensaya un poquito aquí y allá. Luego, el aleteo se fija, se enreda, se complica, hasta que entra el goce de sí mismo, y entonces, copla a copla, se yergue, se ladea, roza el suelo con el ala, se tiende, se embriaga, enloquece su oleaje… ¡ Ya está loca la pareja! El cuerpo humano femenino es, por la sevillana, eterno manantial de gracia diferente, resorte maravilloso del alma rítmica, flor depurada de siglos de baile volador.