A palabras necias ...

Un día, un grupo de ranitas organizó una competición para escalar una torre altísima. Mucha gente acudió a presenciar la hazaña. Venían de todas partes para observar las obstinadas competidoras y reírse de ellas: ¡lo que pretendían era completamente imposible!
Nadie creía que fueran capaces de subir hasta lo más alto, así que los asistentes se burlaban cruelmente de ellas y gritaban: “¡Es demasiado complicado!”; “Nunca lo conseguiréis”; “¡Es una locura!”; “Ni lo intentéis siquiera”…
Las ranas empezaron muy animosas, convencidas de su entusiasmo, pero enseguida comenzaron a caer una tras otra. Aunque algunas perseveraban y se esforzaban al máximo, la multitud gritaba: “No podréis, ¡es demasiado duro para vosotras!”.
Cada minuto que pasaba, más y más ranas desfallecían y caían desde la torre. Pero una de ellas, la más pequeña de todas, continuó subiendo poco a poco y, al final, consiguió llegar a la cima, agotada, pero muy satisfecha.
Sus compañeras quisieron saber cómo lo había logrado. El público no daba crédito. ¿De dónde había sacado aquella rana canija fuerzas para completar su colosal objetivo? Decidieron preguntarle, pero parecía no hacerles caso.
¡Y es que no les oía! Así se dieron cuenta de que la ranita vencedora era sorda. Ningún mensaje de desaliento había logrado disuadirla de alcanzar su meta.
Como dijo Thomas Alva Edison: “Los que dicen que es imposible, no deberían interrumpir a los que lo estás haciendo”.

AR