Una gota de agua

Un hombre estaba perdido en el desierto, destinado a morir de sed. Por fortuna, llegó a una cabaña desmoronada y encontró una pequeña sombra para huir del calor y el sol. Mirando a su alrededor, vio una vieja bomba de agua oxidada. Se arrastró hacia ella y bombeó sin parar, pero no pasó nada. Desilusionado, cayó postrado y notó que a su lado había una vieja botella. La limpió de todo el polvo que tenía y pudo leer un mensaje que decía: “Primero, usted necesita recargar la bomba con todo el agua que contiene esta botella. Después, por favor, tenga la gentileza de llenarla nuevamente antes de marcharse”.
El hombre desenroscó la botella y comprobó que estaba llena de agua. De repente se vio en un dilema. Si se la bebía podría sobrevivir, pero si la vertía en la vieja bomba, tal vez obtendría agua fresca… o tal vez la máquina no funcionara y el liquido de la botella se desperdiciaría.
¿Qué debía hacer? ¿Vaciar la botella y esperar a que saliese agua fresca, o bebérsela e ignorar el mensaje que le había dejado un desconocido? ¿Tenía que arriesgarse a perder todo aquel agua confiando en aquellas instrucciones poco fiables, escritas no sabía cuánto tiempo atrás?
Con grandes dudas, el hombre vació todo el líquido en la bomba, agarró la manivela y comenzó a bombear; y ésta empezó a rechinar sin parar…
En ese momento, surgió un hilo de agua, después un chorro y, finalmente, el liquido comenzó a salir en abundancia, fresca y cristalina.
El hombre llenó la botella y bebió ansiosamente. Enseguida, la rellenó para el próximo viajero, tomo la pequeña nota y añadió: “Créame que funciona, pero usted tiene que ofrecer todo el agua antes”.
Pocas veces en la vida se nos presentan oportunidades que puedan ayudarnos a ser mejores. Quizá nos frenamos porque las dudas e inseguridades nos paralizan. Sin venciéramos nuestros miedos, obtendríamos muchas más riquezas de la vida.

AR