
- UN VIAJE AMARGO
- Señor Eduard, ¿Cuánto queda para que lleguemos? Dijo de pronto Michael.
- Pronto señor Michael – le dije- Ya estaba hasta la coronilla de este chavalito, aunque también es normal.
Michael, era joven y animado, no podía estar quieto ni un momento, el no podía estar sentado en el asiento del sillón.
- Señor Eduard, no cree usted que vamos atrasados. Si llegáramos tarde a esta reunión echaríamos a perder un negocio con el obtendríamos unos 2 billones de dólares de beneficios.
- Tranquilícese, le aseguro que no suelo perder muchos negocios como este. – le dije
El que había hablado era Peter, el gerente de mi empresa. Siempre estaba preocupado por los negocios, y no se preocupaba por vivir la vida, en tres palabras “Era un amargado”
- ¿Qué hora es? –le pregunte a Sophie, mi encantadora secretaria.
- Son las 12 menos cuarto, tenemos una hora y cuarto, para llegar a San Francisco. Peter tiene razón, todavía nos queda por lo menos 1 hora de vuelo, y no creo que vayamos a poder cruzar todo San Francisco en un cuarto de hora.
- Gracias Sophie, pero creo que todo acaba bien al final. No sé cómo, pero siempre acaba todo bien.
- ¿Seños!, ¿Señor!, argg, lo siento, no puedo controlar el a…
Después de decir esto, el piloto se cayó al suelo, haciendo un sonido hueco.
Nos acercamos, Peter le tomo el pulso, y dijo muy serio:
- Señores, está muerto.
- ¡Oh no! –grito Sophie-, quien está entonces pilotando el avión.
Nos acercamos a la cabina del piloto a toda velocidad.
De pronto, escuchamos una fuerte explosión que procedía de la cabina y empezó a salir humo negro junto con chispas, por la puerta.
Mire de reojo a Michael, y me di cuenta que tenía la cara desfigurada, tenía los ojos rojos, la cara más pálida que de costumbre, y estaba temblando.
- Tranquilo Michael, yo cuidare de ti, y te llevare de vuelta a casa.-le dije para animarle.
- Señor Eduard, tengo miedo, gracias por ayudarme – me respondió él.
El avión se precipitaba rápidamente hacia el suelo.
- ¿Dónde está el manual? En el dirá donde está el paracaídas – dijo Peter.
- Deja de buscar el manual, imbécil, y ponte a buscar directamente los paracaídas.
- Seños Eduard, aquí están los paracaídas, pero solo hay 3 – grito Sophie desde el final del avión.
- Bien hecho Sophie. Reparte uno a cada uno. Yo llevaré a Michael en brazos.
- Gracias seños Eduard, nunca se lo podré pagar dijo Michael.
- Déjate de agradecimientos y ven aquí, que tenemos que saltar. – respondí yo con brusquedad.
Saltamos uno por uno y fuimos a caer a una isla en medio del océano. A unos km de donde habíamos caído, se estrello la avioneta, y empezó a arder, lo único que alcanzamos a ver era una columna de humo rojo que se extendía a unos metros por encima de la maleza.
Nos quitamos los paracaídas, y entre todos decidimos lo que íbamos a hacer.
- O bien, hemos perdido un negocio de un billón de dólares, esto es para volverse loco – dijo Peter
- Cállate Peter, deja de preocuparte por los negocios y por el dinero, y preocúpate por sobrevivir.
- Razonemos – dijo Sophie -¿Dónde estamos?
- Me parece que estamos en la isla Andros, una isla cercana a Mihami. – dijo Michael.
- ¿Cómo lo saber? –dijo Peter -¿Qué eres adivino o qué?
- No, no soy tan tonto como tu. Como en el avión estaba aburrido, me entretuve averiguando donde nos encontrábamos, y ahora nos ha servido para algo – le respondió Michael.
- Ahora tenemos que pensar en sobrevivir, ¿Qué os parece si vamos al avión a ver si ha quedado algo sin destruir que nos pueda servir para salir de esta maldita isla? Ah, y por favor, no me llaméis ahora señor Eduard, llamarme Eduard a secas, puesto que ahora no estamos en el trabajo.
2. PRIMEROS SIGNOS DEL PELIGRO
Íbamos lentos pero avanzando hacia el aeroplano a través de la maleza.
Nos habíamos hecho cada uno con un palo grande y grueso, en parte para poder ir andando con más facilidad, y en parte para defendernos de los animales y alimañas que podíamos haber encontrado en esta misteriosa isla.
Yo iba el primero, de guía, diciendo por donde teníamos que ir y abriendo el camino cuando…
- Eduard para, Michael se ha tropezado con un saliente, y está tirado en el suelo.- me dijo Sophie
Me di la vuelta, y vi a Peter ayudando a Michael a levantarse. Este, estaba llorando, y agarrándose el tobillo. Me acerque a él, y me di cuenta rápidamente de que se le había roto el tobillo.
- Bien otro problema más, ahora, aparte de estar perdidos en esta isla de mierda llena de mosquitos que me están destrozando y de que a perder un billón de dólares, este niñato inservible, se ha roto el tobillo. Esto es fabuloso.
- Cállate bocazas, seguro que si a ti te pasara algo te gustaría que te ayudáramos y no nos metiéramos – le dijo mosqueada Sophie.
- Pero es que yo no soy tan torpe como este enano. A mí nunca me podría pasar algo tan absurdo como esto.
Se dio la vuelta y se adentro en esa espesa maraña de ramas, zarzas y otras plantas, que impiden la visibilidad a un palmo de las narices.
- El tío este es tonto, mira que adentrarse el solo en la selva –dijo Sophie riendo.
Escuchamos a lo lejos un rugido y un alarido de terror. Nos miramos entre nosotros y dijimos:
-¡Oh no! Peter otra vez.
Salió de pronto de entre los arboles Peter, iba rápido como un rayo, se choco con nosotros y nos tiro a todos al suelo.
- He encontrado una lagartija de unos 12 metros de largo que quiere comerme. ¡socorro! – dijo Peter temblando.
Pobrecito, eso de estar perdido en una isla desierta, le está volviendo loco.
- Venga ya Peter, ¿Cómo has ese rugido? Casi nos lo hemos creído –le dije de cachondeo.
- Yo no lo he hecho, lo ha hecho él – nos dijo muy serio.
Estaba temblando, con el rostro deformado y la cara pálida como la luna. Estaba señalando hacia nuestras espaldas, le castañeaban los dientes, y de repente, lo vimos a toda velocidad alejándose entre la niebla.
Nos giramos lentamente, y no os podéis imaginar la impresión que tuvimos al ver aquella cosa. Era un animalito de 12 metros de largo, y unos 7 metros de alto, con unos dientes afilados como puñales.
Yo era aficionado a los dinosaurios, y había leído y visto el libro y la película de Jurasic Park, pero nunca me había imaginado a un dinosaurio de aquella forma.
- ¡Mierda, un dinosaurio –grite – corred como si os fuera la vida en ello!
- Es que nos va – dijo Michel a la vez que empezaba a correr, con dificultades, puesto que no se puede correr con mucha facilidad si se tiene e tobillo roto.
Yo y Sophie empezamos a correr, y cuando estuvo a la altura de Michael, me lo eché al hombro y empezamos a correr con él al hombro.
- ¡Corre Eduard! ¡Corre! ¡Corre! ¡Que nos coge ese maldito dinosaurio!
Nos estaba alcanzando, pero en realidad, estaba jugando con nosotros, pero nos dimos cuenta demasiado tarde, sin saberlo, nos estábamos metiendo en la boca del lobo, o mejor dicho en la de sus crías, pues íbamos directos al nido del Rex.
- Eduard, intentemos girar a la derecha, que lo que hay en línea recta me temo que es su nido – dijo Sophie.
- Si, puede que tengas razón.
Hicimos el intento de girar a la derecha pero nos topamos con unos dientes y una boca que no tenían nada que envidiar a los que nos perseguían.
- Bien, estupendo,- dijo Sophie tenemos que seguir rec…
Sophie había desaparecido, nos miramos Michael y yo, y… Sin darnos cuenta nos encontrábamos volando a manos de un hombre peludo parecido a un mono.
3. HOGAR DULCE HOGAR
El hombre misterioso nos llevó en sus brazos a una cueva situada a unos cuatrocientos de metros por encima del nivel del mar. Nos dejo en el interior y nos dijo:
- Estad tranquilos, aquí no pueden entrar ninguno de los animales de esta isla. Si queréis algo, tirar un pedrusco por la entrada, que seguro alguien del clan e da cuenta y viene a atenderos.
- Pero, ¿Quién eres? ¿Dónde estamos? ¿Qué está ocurriendo? – le pregunto Sophie
- Tranquilos, no se agobien, ya habrá tiempo de responder a todas sus preguntas.
Y el hombre con pinta de mono nos dejo y salió por la puerta.
- Eduard, Michael, estáis bien los dos, yo estoy bien, y creo que aquí nos trataran bien – nos dijo Sophie.
- Si estamos bien, pero ¿y Peter? – le respondí sorprendido.
- Es verdad, -dijo Michael – lo vi correr en dirección al nido cuando empezamos a correr. Espero que ese fanfarrón se las sepa arreglar, porque en el fondo me caía bien.
A través de la entrada se veía como el sol, ese astro maravilloso que nos da luz y calor, se iba escondiendo entre las montañas, iba a su cama escondida al otro lado del océano.
- Veo que nos han preparado la mesa, comamos y luego descansemos, ha sido un día agotador. Mañana Dios dirá. Sugerí.
Comimos todos gustosamente de los manjares que nos habían servido. Durante la cena, nadie pronuncio ninguna palabra. No habíamos comido nada en el día, por lo que la comida se nos acabo en un momento. Pero no queríamos mas, nos limpiamos la cara y la boca, y nos echamos sobre unos montones de hojas secas y ramas que hacían las veces de cama.
Al día siguiente, nos levantamos temprano, el sol todavía no había acabado de salir de entre las montañas. Fui yo el primero en despertarme.
- Sophie, vamos a hablar con la gente de la aldea, despierta.
- Venga ya, Sophie, despierta. – Grité.
- ¿Eduard? ¿Dónde estamos? – preguntó.
- Eso me gustaría saber a mi, ven, vamos a hablar con los aldeanos. No hagas ruido, dejemos dormir al joven Michael.
Se levanto despacio, medio aturdida todavía por el sueño, se apoyo sobro mi hombro, y juntos salimos a la luz del día.
Había un sol radiante y luminoso. Nos sorprendió ver a tantas personas trabajando sin pelearse.
- No es extraño, todos se parecen al que nos trajo ayer noche a esta cueva. ¿Por qué no lo buscamos? –sugirió Sophie.
- Iremos a preguntar a uno de los trabajadores de allí abajo.
Bajamos con dificultades hasta el llano en el que vimos a unas cuantas personas con pinta de monos trabajando. Nos acercamos a uno y le preguntamos.
- Por favor nos podrías decir donde nos encontramos.
- Groun, grouf, grr –fue lo único que nos respondió.
- Bien parece que el único que habla nuestro idioma es el que nos trajo ayer a esta cueva. ¿Dónde estará?- dijo Sophie.
- Hablando del rey de Roma. Contigo quería hablar yo. ¿Dónde estamos? Y ¿Qué hacemos aquí? – dije dirigiéndome al que ayer nos había salvado.
- Muchachos, vamos al hueco en el que todavía duerme vuestro joven amigo Michael, vamos a despertarlo y mientras que desayunamos os contare la historia de la isla y la fatalidad que cierne sobre todo ser vivo que habita en este planeta.
Esta vez, no subimos por la empinada cuesta por la que habíamos bajado, sino que nos dirigió a una plataforma que oscilaba sobre una cuerda. Nos montamos, y y esta, tirada a través de unas cuerdas por esa especie de homínidos, nos subió rápida y fácilmente hasta la cueva en el que habíamos pasado la noche.
Una vez allí, despertamos a Michael, que aun seguía profundamente dormido.
Nos sentamos todos en coro alrededor de un gran fuego que ardía, expandiendo su luz y su valor por toda la cueva.
- Bien muchachos, es hora de que sepáis donde estáis, y que es lo que estáis haciendo aquí – nos dijo el extraño hombre.
“Yo soy Clond, el jefe de la tribu de homínidos que vive aquí. Hace unos años, se organizo una expedición para ver lo que había detrás de las montañas de fuego. Fuimos unos 25 chavales. Entre los que íbamos incluido yo y mi hermano Banet. Al cruzar las montañas, lo que nos encontramos fue una civilización mucho más avanzada que la nuestra, preguntamos a los habitantes, y nos dijeron que estamos en Egipto, la cultura más avanzada del planeta. Nosotros nos lo creímos, y decidimos seguir adelante. Al cruzar el rio de aguas plateadas, vimos otra civilización, que era más avanzada que la anterior, eran los romanos. Esto sucedió así durante unos cuantos de Km. Cada civilización mejoraba a la anterior: Egipto, Roma y Grecia, pueblos barbaros, feudalismo, ciudades llamadas modernas, ciudades llamadas contemporáneas, y la perjudicial y maligna a la vez que brillante y maravillosa, la civilización llamada Odisea. De esta expedición, solo volvimos 2 personas, yo y mi hermano Banet, jefe de la tribu vecina.
🔸Escrito mucho antes del 05 de marzo de 2019 por
Jesús García García
Montequinto – Dos Hermanas – Sevilla
🥰 Esta historia fue escrita por mi hijo mayor Jesús, la encontré, un día en un cajón, la escribí en el ordenador, pero a la fecha, no la ha terminado, parece que ahora tiene otras fantasías por vivir y escribir. Aunque no está terminada, para mi es un buen recuerdo de él, que no quiero dejar en el olvido.