¿Histeria o síndrome de sensibilidad central? Experiencia desde la fibromialgia

Esael Pineda Sánchez  – Área académica de psicología

Durante toda su vida Esperanza había sido una mujer activa, trabajadora y la mano derecha de su familia. Sin embargo, llevaba dos meses postrada en cama con agotamiento y fatiga extenuantes que apenas le permitían levantarse para comer un poco. Desde hace un tiempo se levantaba en las mañanas con la sensación de no haber descansado a pesar de dormir más horas de las que acostumbraba normalmente y se quejaba constantemente de sentir rigidez muscular. Hacía un mes ya que había acudido con el psiquiatra, quien había descartado la posibilidad de una depresión mayor, y su lista de visitas a médicos especialistas cada vez era mayor (internista, ortopedista, traumatólogo, endocrinólogo). Su recámara ahora parece una pequeña farmacia y lo peor es que ningún medicamento parece ayudarle con sus problemas de dolor, sueño y fatiga. Lo más angustiante para Esperanza es el hecho de no tener un diagnóstico y la preocupación de tener una enfermedad invisible, que incluyendo a su familia, nadie cree que padezca. Ayer visitó a un neurólogo, quien después de hacerle algunos exámenes y preguntas con respecto de su situación actual le ha externado que es posible que padezca de fibromialgia y le ha canalizado con un reumatólogo para que le realice las pruebas y exámenes pertinentes para confirmar el diagnóstico.   
Actualmente el síndrome de fibromialgia afecta aproximadamente a 3 por ciento de la población mundial y se manifiesta principalmente en las mujeres (80-90 por ciento) en una relación de 10 mujeres por cada hombre que padece esta enfermedad. Se trata de un síndrome doloroso, no articular, crónico, del que actualmente se desconoce su origen y que puede acompañarse de otros síntomas físicos y psicológicos. Los pacientes recurrentemente se refieren a la fibromialgia como la enfermedad invisible que no mata, pero tampoco deja vivir.

Se atribuye que es una manifestación extrema de la respuesta de estrés que surge en ciertos individuos con cierta predisposición hereditaria. Regularmente surge a partir de un evento traumático, excesivamente estresante o algún accidente.
Una de las principales dificultades para diagnosticar fibromialgia de manera oportuna proviene del hecho de que no existe ninguna prueba de laboratorio que sirva para evidenciar la presencia de este síndrome. Los resultados de las pruebas de gabinete ordenadas por la mayoría de los especialistas arrojan niveles normales. Este síndrome se manifiesta principalmente por un dolor generalizado en todo el cuerpo, sueño no reparador y fatiga excesiva. Existen otros síntomas que pueden acompañar a los anteriores como rigidez muscular predominantemente por las mañanas, hipersensibilidad generalizada al frío, los olores, luces o sonidos y problemas de colon irritable.
Se considera a la fibromialgia como un síndrome de sensibilización central, haciendo referencia al hecho de que existe una disfunción en las áreas cerebrales que se encargan de procesar el dolor. Una de las principales funciones que aumenta la manifestación de los síntomas se relaciona con la discontinuidad del sueño nocturno, la cual impide que se consume la restauración y el descanso del organismo.

El impacto en la calidad de vida de los pacientes es abrumador, repercutiendo prácticamente en todas las áreas de la actividad de las personas. Las principales incapacidades o limitaciones se manifiestan en las áreas laboral, social y familiar. Más de 30 por ciento de estos pacientes se ven obligados a aceptar jornadas laborales más cortas o tareas que demanden menos esfuerzo físico para conservar el empleo. Los pacientes reportan que se interrumpen o anulan sus relaciones interpersonales con familiares y amigos, que sufren de aislamiento social, se reducen considerablemente sus actividades diarias y actividades de ocio, evitan actividades físicas, y ven afectada considerablemente su vida profesional o pierden la oportunidad para continuar desarrollándose profesionalmente a través de la preparación o la educación. Además debe considerarse que el gasto generado por la compra de medicamentos de tercera generación resulta excesivo para la mayoría de personas que sufren de este síndrome.

La evaluación y diagnóstico de este cuadro es fundamentalmente clínica y se apoyan en los criterios publicados por el Colegio Americano de Reumatología en 1990 y ampliados en 2010. El reumatólogo es el especialista indicado para diagnosticar e iniciar el tratamiento para este síndrome, que debe ser atendido en su totalidad por un equipo transdisciplinario conformado, entre otros profesionales de la salud, por reumatólogos, psicólogos, nutriólogos, fisioterapeutas, algólogos (médico especialista en el tratamiento del dolor), especialistas en psicofisiología o en retroalimentación biológica, dependiendo de cada caso particular.

Información tomada de Publicado 21 ene 2016 por : ESPACIO DEL ICSA

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